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Ohuican

Eran las 5 am, me desperté porque me dolían las plantas de los pies, me toqué y al parecer traía una ampolla en el pie derecho, me paré para revisarme y mis pies se encontraban sucios, eso era prácticamente imposible, antes de dormirme me di un baño, el calor en estas tierras es terrible, claramente olía a sudor, mis piernas estaban adoloridas, era imposible, tiene cerca de 3 meses que no hago ningún deporte, me empecé a preocupar, después recordé que en mi celular tengo la app para grabar los ronquidos, entonces de inmediato la puse, cercano a las 2 de la mañana se escuchaba un ruido, como si me parará, después se escuchaba el rechinido de la puerta del baño, después el de la habitación, en ese momento recordé que tenía que ponerles aceite a ambas puertas pero después hasta las 4 am se vuelve a escuchar que abro la puerta, es extraño, empiezo a revisar las grabaciones anteriores y cada lunes, miércoles y viernes hago una rutina similar, empezaba a entender un poco ese dolor que traía en las pantorrillas, yo pensaba que ya hasta ni dormir sabia, me acostaba sin estar cansado y despertaba muy cansado, yo le echaba la culpa a esta nueva vida, pero ¿A dónde carajos iba? ¿Qué hacía? Eran varias preguntas que no tenían una respuesta como tal así que estuve ideando de qué forma podía entender un poco mi comportamiento.

 

El miércoles siguiente lo que hice fue lo siguiente, me iba a dormir con short y en la bolsa derecha iba a guardar mi celular y así lo hice, de todas formas puse la aplicación de los ronquidos, al despertar el miércoles tipo 6 am me di cuenta de una cosa, caminaba cerca de 3 kilómetros, logré ver el trayecto que realizaba, lo que no lograba entender bien era que se escuchaba que yo iba platicando con alguien, no se escuchaba bien lo que decía por el constante roce de la bolsa con el micrófono pero logré identificar mi voz. Ese día regresando de trabajar hice el trayecto que estaba guardado en mi teléfono, si eran 3 kilómetros pero no era muy fácil andar ahí, si con la luz del Sol y con tenis se me hacía complicado, no entendía como descalzo y en la penumbra lograba llegar ahí, no voy a mentir, era extraño el GPS me ponía que estuve parado 30 minutos en un árbol, entiendo que tiene 15 metros de error el GPS del teléfono así que busqué pero no encontré nada, solo habían colillas de cigarros y basura de dulces regados, inspeccioné el árbol, tenía las raíces por fuera y dos aberturas extrañas, eran como un túnel cada una para entrar al árbol, quizás median una cuarta por una cuarta, no eran muy grandes, quise meter la mano pero me dio miedo, que tal y una víbora estaba ahí me quedé unos minutos analizando cual sería el motivo por el cual estuviera yo ahí.

 

Después de unos 30 minutos no daba crédito a lo que hacía yo dormido, solo me decía a mí mismo “carajo, no es posible que vuelves al lugar donde te criaste y aun así no estas a gusto”¸ estaba diciendo eso cuando escuche unas risas, primero una después dos, después tres quizás eran 5 o 6, se reían como niños, escuchaba entre la hojarasca cómo si caminarán, pero como si fueran niños o algo que no tuviera mucho peso, no voy a mentir, me dio mucho miedo, tanto que lo único que atiné a hacer fue a empezar a caminar de regreso a casa, pero en eso sentí claramente como si me hubieran puesto una zancadilla, trastabillé y estuve a punto de caer, escuchaba como si brincarán cerca de mí, no miento, mis manos se pusieron sudorosas, me armé de valor y me di media vuelta para enfrentar a lo que fuera, empecé a rezar, vi mi cámara debajo del árbol ahí la había dejado, carajo, regrese por ella, las risas no paraban, ya no había agresiones ni nada por el estilo solo las risas, en un momento pensé que había enloquecido, de pronto por cuestiones del destino iba un tractor rumbo hacia el pueblo, le hice señas y le pedí un ride, era un señor ya grande, lo conocía muy bien, cuando yo era niño él tenía una tienda con maquinitas de videojuegos, ahí me la pasaba yo gastándome mis domingos.

 

Por el ruido del tractor no pudimos hablar, el trayecto era aún más largo que caminando, esa cuestión iba muy lento, llegamos a donde guardaba el tractor era a unas 8 calles de mi casa, de ahí nos fuimos caminando, quizás íbamos a la mitad de la primera calle cuando me dijo “tú muchacho, ¿Qué tanto vas por allá?”, yo le dije que había ido a caminar, le quería mentir, en eso me dijo “no te digo de ahorita, si no en las madrugadas, me han dicho que vas tu mucho para allá, casi casi desde que volviste a este pueblo”, ya no pude mentirle paramos en un expendio de cerveza y compré una caguama para cada uno, le empecé a platicar de lo que me sucedía, el solamente se me quedaba viendo, no decía nada, después de que nos acabamos la caguama y pedimos otra me dijo “fúmate este cigarro, creo que ya recordé quien eres”, era un tabaco normal, uno de los rojos, las cenizas las puse en una especie de cenicero de metal brilloso que sacó el señor, antes de acabarme el cigarrillo me lo quito y le escupió un poco de cerveza, me dijo “¿Qué ves?”, examiné el filtro del cigarro y se veía una cara de alguien narizón pero con un sombrero, como el de tontín de blanca nieves, él se empezó a reír con la descripción que le hice, después sopló la ceniza y se formaron unas letras, me pidió leerlas decía “ohuican”, se me quedó viendo y me dijo “¿recuerdas algo?”, no sé pero de mis recuerdos escarbé, recordaba como mi abuela me regañaba por cosas que yo no hacía, por ejemplo jalarle la cola a los perros de la casa, esconder cosas dentro de la casa, espantar a las gallinas, siempre me regañaba yo le decía que el que realizaba esas cosas era “ohuican”, pero ella nunca me creyó, en ese momento hicimos un silencio, nos fumamos un par de cigarrillos y nos terminamos cada quien su segunda caguama y yo me quede reflexionando mientras él solo me veía.

 

Empezamos a caminar rumbo a la plaza del pueblo que era cerca de donde vivíamos, en la segunda calle me dijo “sabes, creo que le dio gusto que hayas regresado, me acuerdo una vez que tu abuela dijo que te habías perdido, medio pueblo empezó a buscarte a eso de las 4 de la mañana, unos decían que habían visto que te llevaban las brujas, otros que te habías ahogado, pero los que aun creíamos en que estabas vivo te buscamos, los de la calle de tu abuela te encontraron, ¿sabes dónde? Justamente debajo de ese palo, estabas tú sentado, jugando matatena, tu abuela cuando te vio te dio unas nalgadas bien dadas, después te abrazó, te preguntaban ¿Qué hacías ahí? Y solo decías que Ohuican te había llevado a su casa, duraste quizás unos 9 o 10 días más en la casa de tu abuela y después te fue a llevar con tu padre, y no te volvimos a ver”, empecé a recordar y era verdad, cuando falleció mi madre mi padre me dejo a cargo de mi abuela, pero duré quizás un par de años bajo su tutela, nunca supe el motivo por el cual me había ido del pueblo.

 

Ya casi para llegar a casa el señor me dijo “¿Qué vas a hacer?”, lo voltee a ver y le dije “voy a comprar dulces para llevarle el Viernes, me han dicho que uno de visita nunca es bienvenido sin un presente de por medio.”




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